En los últimos años la renovación de la flota pesquera ha motorizado el resurgimiento de una parte de la Industria Naval Argentina.
El DNU del 2019 de renovación de la flota fue complementado por una férrea decisión del actual gobierno de no seguir permitiendo la importación de buques usados que se pueden fabricar en el país.
La industria naval fue considerada un sector estratégico y se implementaron planes específicos como el PRODEPRO y las líneas de crédito del BNA con tasa subsidiada del Ministerio de Desarrollo Productivo para la construcción de buques.
Los Astilleros de Mar del Plata hicieron importantes inversiones para atender la demanda potencial y también debutaron en la construcción de pesqueros otros astilleros del Paraná y Tigre que históricamente se dedicaban a otro tipo de buques.
El empleo en la Industria Naval aumentó, el sector comenzó a crecer y los armadores volvieron a apostar por la Industria Naval Argentina. Todo parecía encaminado a un nuevo ciclo virtuoso de nuestro sector, pero ya en el 2021 comenzamos advertir los primeros nubarrones: el atraso cambiario con respecto a la inflación comenzó a generar un paulatino aumento de los costos en dólares oficiales que es la moneda de contratación de los buques.
Mes a mes la Industria iría perdiendo competitividad y nuestros clientes (exportadores pesqueros), también fueron perdiendo rentabilidad que es una de las patas indispensables para encarar inversiones.
La inestabilidad económica de los últimos meses agravó aún más el panorama. Las trabas a las importaciones no solo ralentizan la producción, sino que además la encarecieron notablemente. Ante la incertidumbre de no saber, los importadores de insumos, a que dólar podrán reponer su mercadería, la terminan cotizando a dólar MEP. Así tenemos que la chapa naval hoy cuesta en la Argentina USD 3.600 la tn. cuando en el resto del mundo se la consigue a USD 1.000 la tn.
Nuestra industria se quedó con sus ingresos en dólares oficiales y parte de sus costos en dólar blue. La suba de tasas hizo frenar los créditos que se estaban analizando y las restricciones presupuestarias llegaron a programas como el PRODEPRO.
En este escenario es imposible proyectar y cotizar nuevas construcciones y las que ya están contratadas deberán re-negociarse indefectiblemente.
Todos esperamos que esta coyuntura se supere rápidamente, pero quedan muchas incógnitas de cara al futuro: ¿Cuál será la nueva normalidad ? ¿Cuándo llegará?, y principalmente: ¿Seguiremos siendo competitivos?
En definitiva la macroeconomía ha vuelto a poner en jaque al sector naval, pulverizando en pocas semanas todo el esfuerzo que habían hecho autoridades, astilleros, armadores y obreros navales.
La Industria Naval es una actividad de largo plazo. La contratación de un buque se planifica con mucha antelación, su construcción demora mucho tiempo y el plazo de amortización también es prolongado.
Lamentablemente el largo plazo y la Argentina nunca han sido buenos amigos. Por ello la historia de la Industria Naval Argentina está marcada por ciclos de apogeo y otros de crisis. Una historia de grandes logros y también de muchas oportunidades desaprovechadas.
Ojalá las variables logren acomodarse, que volvamos a tener un tipo de cambio competitivo, que se puedan retomar los programas suspendidos y por sobre todas las cosas que comiencen a bajar los niveles de inflación para vivir en una economía más sana y previsible, donde el largo plazo deje de ser una ilusión óptica.
Por: Domingo Contessi