El 29 de julio de 1966, la dictadura encabezada por el General Juan Carlos Onganía decidió desalojar distintas facultades de la Universidad de Buenos Aires (la de Ciencias Económicas fue la primera) y reprimir a las autoridades, los profesores y alumnos que reclamaban en defensa de la autonomía universitaria. Esa noche, conocida luego como «la noche de los bastones largos», se convirtió en uno de los momentos más deleznables de la historia argentina.
El gobierno de facto de Juan Carlos Onganía había decretado, no solo la intervención de las universidades nacionales, sino también la «depuración» académica. Es decir, expulsar a cualquier tipo de oposición que realizara alguna actividad dentro de aquellos establecimientos educativos.
Como consecuencia, más de 700 académicos fueron obligados a abandonar sus puestos de trabajo y, muchos de ellos, se exiliaron en el exterior. A partir ahí, comenzó un éxodo de brillantes investigadores y científicos.
Durante la noche del 29 de julio de 1966, después de intervenir todas las universidades del país, la oscurantista dictadura liderada por Juan Carlos Onganía ordenó el desalojo por la fuerza de cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires.
Los largos palos de madera con los que las fuerzas policiales reprimieron ferozmente a estudiantes, profesores, autoridades y graduados, hicieron que este triste episodio pasara a las páginas más oscuras de la historia argentina como “La Noche de los Bastones Largos”.
Si la reforma universitaria de 1918 había sido un hito de la Argentina moderna y una de las principales herramientas de movilidad social ascendente, esa noche se consumó el retroceso más importante de la educación pública en lo que transcurría del siglo XX, y se clausuró violentamente una etapa dorada de la universidad argentina que había consolidado la práctica de la ciencia moderna, la aplicación del conocimiento científico a los problemas del desarrollo nacional y la modernización de la cultura.
El ataque venía gestándose desde el golpe de Estado que el 28 de junio de ese mismo año había derrocado al honesto gobierno del Presidente Arturo Illía: se abolió la Constitución Nacional, que fue reemplazada por el Estatuto de la “Revolución Argentina”, infausto nombre con que los militares golpistas bautizaron a una nueva usurpación de la democracia.
Fuente: Cultura RA / Página 12 – La fotografía de portada pertenece al SADOP – Sindicato Argentino de Docentes Privados