Proteger áreas de la pesca no tiene por qué ser malo para los pescadores

Por Natasha Daly – La vida oceánica florece dentro del Parque Nacional de Revillagigedo, en México, y la industria pesquera comercial florece fuera de él, según demuestra un nuevo estudio.

En una franja de mar abierto que rodea cuatro islas volcánicas de la costa occidental de México, tiburones y mantarrayas nadan libres. Las ballenas jorobadas dan a luz y crían a sus ballenatos. Más de 300 especies de peces, de las que 36 no se encuentran en ningún otro lugar salvaje, están a salvo de la pesca.

Conocido como las «Galápagos de México», el Parque Nacional de Revillagigedo, de 147 629 kilómetros cuadrados, es la mayor concentración de megafauna del mundo y la mayor zona marina protegida de Norteamérica.

Ahora, cinco años después de su creación, un nuevo estudio ha revelado que el parque ha sido beneficioso para la fauna salvaje y para la industria pesquera mexicana: la prohibición de pescar dentro de la reserva no ha afectado a la capacidad de los buques pesqueros comerciales para encontrar y capturar peces. Los resultados demuestran que es posible proteger un ecosistema oceánico clave sin sacrificios económicos.

En otras palabras, «podemos tener nuestro peces y comérnoslos también», afirma el ecólogo español Enric Sala, Explorador Residente de National Geographic y coautor del estudio, publicado esta semana en Science Advances.

Seguimiento de 2000 barcos pesqueros

La iniciativa Pristine Seas de Sala ayudó a establecer la reserva a finales de 2017. La reserva contó con la oposición de los integrantes de la industria pesquera comercial del país, que argumentaron que el área marina protegida obstaculizaría significativamente su capacidad para capturar peces. Sala afirma que la oposición de la industria pesquera carecía de fundamento: Los buques de pesca comercial de México sólo pasaban el 7% de su tiempo pescando en las aguas de la reserva antes de que se protegieran. Cinco años después de la entrada en vigor de la prohibición, Sala trabajó con un equipo de investigadores estadounidenses y mexicanos para comprobar si había cambiado algo.

El equipo analizó dos tipos de datos: dónde pescaban los barcos y qué capturaban, tanto antes como después de que Revillagigedo estuviera totalmente protegida. Los datos de capturas, obtenidos del Instituto Nacional de Pesca de México, revelaron que el volumen de capturas de las embarcaciones que históricamente faenaban dentro de la reserva y de las que no lo hacían no cambió en los cuatro años posteriores a la protección de la reserva.

El equipo también quería saber si los barcos pescaban fuera de la reserva y, en caso afirmativo, cómo cambiaron sus rutas tras la prohibición. A partir de datos de satélite extraídos de los localizadores de los barcos, el equipo utilizó tecnología de IA para detectar dónde estaban pescando los barcos basándose en la velocidad y los movimientos de las embarcaciones (los movimientos pequeños o en zigzag pueden indicar que un barco está en plena pesca del atún, por ejemplo).

Los datos mostraron que la pesca dentro de la reserva disminuyó en un 82% después de que sus aguas estuvieran totalmente protegidas en 2017. También mostraron que la superficie total en la que faenaban los buques se redujo en un 55% de media: la protección de Revillagigedo no hizo que los buques se aventuraran más lejos para pescar.

Según Matthew Savoca, investigador postdoctoral de la Estación Marina Hopkins de la Universidad de Stanford (Estados Unidos), que no participó en el estudio, los resultados «se suman a una creciente bibliografía que demuestra que las oportunidades de pesca y la conservación de los océanos no tienen por qué ser mutuamente excluyentes, y pueden ser mutuamente beneficiosas«.

La pesca no se vio afectada: por qué es importante

El argumento de que la creación de zonas marinas protegidas tiene repercusiones económicas negativas en la industria pesquera es un obstáculo habitual y eficaz para la creación de reservas. En la actualidad, menos del 3% de los océanos del mundo están totalmente protegidos, una cifra que dista mucho del objetivo de la iniciativa comunitaria mundial de proteger el 30% de los océanos para 2030.

Existe un «temor comprensible» por parte de los gobiernos a que la protección de franjas de océano perjudique a la producción pesquera, afirma Sala. Pero hay pruebas de que las zonas marinas protegidas pueden mejorar la salud de las pesquerías circundantes al ofrecer refugio a las hembras de gran tamaño (frecuentemente objeto de capturas), que son las que más huevos producen.

«Las hembras grandes sólo se encuentran en las zonas de veda, por lo que el número de crías que producen es mucho mayor que en las zonas donde no están protegidas«, dice Sala. Estas crías ayudan a repoblar las pesquerías de las reservas, añade.

Sala confía en que, en el futuro, la misma tecnología innovadora de IA pueda utilizarse con datos de satélite para rastrear la actividad pesquera en otras zonas marinas protegidas y sus alrededores.

«Antes, la gente podía afirmar muchas cosas sobre la pesca«, dice, porque la visibilidad de lo que hacían los barcos era muy limitada. Ahora, «las herramientas modernas nos permiten comprobar las afirmaciones tanto del sector pesquero como de los conservacionistas. Nos permite ser más rigurosos».

Fuente: Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.