El 25 de noviembre, se celebra el Día de la Marina Mercante. Esta fecha se refiere al día de la creación de la Escuela Nacional de Náutica “Manuel Belgrano”, unidad componente de la Dirección General de Educación de la Armada Argentina.
La Real Escuela de Náutica –como se denominó originalmente– fue el primer instituto de enseñanza superior dedicado a las Ciencias Exactas que se erigió en el Río de la Plata. Su creación fue aprobada durante el Virreinato por el Real Consulado de Industria y Comercio de la Ciudad de Buenos Aires el 30 de marzo de 1799, como iniciativa de Manuel Belgrano, quien por ese entonces ocupaba el cargo de Secretario de Industria y Comercio del Consulado Real Santa María de los Buenos Aires.
Belgrano venía bregando por la constitución de este instituto de formación desde hacía varios años. Su idea estaba basada en la necesidad de contar con una flota propia de carácter mercantil y fomentar los conocimientos de la ciencia náutica.
Los cursos se iniciaron el 25 de noviembre de 1799 y de sus aulas egresaron hombres como Bernardino Rivadavia, Lucio V. Mansilla y Mariano Moreno (H), entre otros. Sus primeros directivos fueron el ingeniero militar y docente Pedro Antonio Cerviño, como presidente, quien fue secundado como vicepresidente por el piloto mercante Juan Alsina.
La designación de Cerviño, fue realizada mediante un concurso de oposición y antecedentes dirigido por el propio Belgrano. Si bien fue impecable, recibió duros cuestionamientos del comando naval de Montevideo que se oponía a la apertura de la Escuela.
En 1794 se creó el Consulado de Buenos Aires. Este órgano con jurisdicción en lo comercial, y cuyo secretario fue Manuel Belgrano, autorizó el establecimiento de una Escuela de Náutica, que comenzó a funcionar en noviembre de 1799, instituto que hoy continúa formando oficiales mercantes argentinos.
Durante los primeros años de la Revolución de Mayo el comercio marítimo fue fundamentalmente dominado por extranjeros. La falta de una concepción marítima dejó en manos ajenas el comercio exterior y las explotaciones de recursos del mar que se efectuaban en la época: pesca y caza de lobos de mar y ballenas. Sólo en tráficos más cortos, como el fluvial y de cabotaje, tuvieron participación barcos nacionales.
La actividad de Luis Piedra Buena comenzó a adquirir la mayor magnitud e importancia que lo convertiría en uno de los mayores símbolos de la presencia y afirmación argentina en los mares y territorios patagónicos. En 1859, este ejemplar marino se instaló sobre el río Santa Cruz y comenzó a desarrollar una actividad comercial y exploratoria que ayudó a consolidar la soberanía argentina sobre aquellos territorios.
Entre 1931 y 1960 la Marina Mercante argentina adquiere un importante desarrollo, alcanzando su máximo esplendor hacia principios de la década del 50. A fines de 1951 ocupaba el segundo lugar en América en cantidad de toneladas, detrás de Estados Unidos. Casi cuatro quintas partes de dicho tonelaje pertenecían a empresas y organismos del Estado.
Desafortunadamente, este crecimiento no pudo sostenerse. Por el contrario, la participación de buques de bandera argentina en el comercio nacional e internacional experimentó una progresiva disminución que se extiende hasta nuestros días.
Esto último no implica que haya disminuido la importancia del transporte marítimo y fluvial. Muy por el contrario, la actividad naviera mundial ha seguido una curva de constante crecimiento y continúa proveyendo el principal modo de transporte global de cargas. En efecto, más del 80% del volumen total de cargas salen e ingresan al país por vía marítima.