La automatización avanza en el transporte marítimo, impulsada por desarrollos en inteligencia artificial, conectividad y sistemas de control remoto. Cada vez más compañías y centros de investigación experimentan con buques autónomos, naves capaces de operar con una intervención humana reducida o incluso nula.

Aunque el concepto no es nuevo, su aplicación práctica está tomando forma en proyectos piloto, mientras reguladores y actores de la cadena logística analizan los efectos que podría tener en la seguridad, la operación portuaria y el empleo marítimo, apuntan desde AXSMarine.
Qué son y cómo se clasifican los buques autónomos
La Organización Marítima Internacional (OMI) define cuatro grados de autonomía en buques:
- Grado 1: Naves con procesos automatizados y sistemas de apoyo a la decisión, pero con tripulación a bordo.
- Grado 2: Buques controlados de forma remota, también con tripulación presente.
- Grado 3: Controlados a distancia, pero sin tripulación a bordo.
- Grado 4: Totalmente autónomos, capaces de tomar decisiones y ejecutar maniobras sin intervención humana.
Estos niveles muestran que la autonomía no significa necesariamente ausencia de personas. La mayoría de proyectos actuales se sitúan entre los grados 1 y 2, con operaciones supervisadas por marinos a bordo o desde centros de control en tierra.
Tecnologías clave para la operación autónoma
El desarrollo de los buques autónomos combina distintas innovaciones técnicas:
- Sensores y percepción del entorno: radares, sonar, cámaras infrarrojas, LiDAR y GPS permiten identificar obstáculos, otras naves y condiciones meteorológicas.
- Inteligencia artificial y aprendizaje automático: algoritmos que procesan datos de sensores para tomar decisiones sobre rutas, velocidad y maniobras de evasión.
- Conectividad: redes satelitales y 4G/5G para transmitir información en tiempo real entre el buque y centros de control remoto.
- Sistemas de apoyo a la decisión: herramientas que ayudan a optimizar rutas, reducir consumo de combustible, evitar colisiones y gestionar fallas técnicas.
- Ciberseguridad: protocolos de protección contra accesos no autorizados y manipulación de sistemas, con monitoreo en tiempo real y cifrado de datos.
La integración de estas tecnologías plantea el desafío de certificar sistemas confiables y capaces de responder en escenarios complejos como congestión marítima, mal tiempo o emergencias.

Aplicaciones en curso
Los primeros usos se concentran en entornos predecibles y de corto alcance:
- Cabotaje y rutas cortas: como el caso del portacontenedores eléctrico “Yara Birkeland” en Noruega.
- Operaciones portuarias: remolcadores y vehículos autónomos para maniobras de atraque y movimientos de contenedores.
- Investigación y monitoreo: embarcaciones de superficie no tripuladas (USVs) utilizadas en estudios hidrográficos, monitoreo ambiental y cartografía submarina.
- Defensa: patrulleras y cazaminas autónomas para operaciones en áreas de riesgo.
Desafíos y limitaciones
Aunque los avances son notables, aún existen barreras para su adopción masiva:
- Marco regulatorio en desarrollo: las normas internacionales no contemplan plenamente la navegación autónoma. Autoridades portuarias y sociedades de clasificación trabajan en establecer estándares de diseño, operación y responsabilidades legales.
- Costos elevados: la investigación y los programas piloto requieren grandes inversiones, lo que limita la participación de navieras medianas y pequeñas.
- Ciberseguridad y riesgos operativos: el control digital expone a vulnerabilidades frente a ciberataques o fallas en comunicaciones.
- Infraestructura insuficiente: los puertos actuales están diseñados para operaciones convencionales y necesitarían adaptaciones para dar soporte a buques controlados remotamente.

El rol humano en la transición
Lejos de eliminar completamente a la tripulación, la navegación autónoma está transformando funciones. Surgen nuevos perfiles como operadores remotos, ingenieros de sistemas, analistas de datos y responsables de cumplimiento normativo. Esto implica que la formación marítima deberá adaptarse con programas orientados a la supervisión digital y a la gestión de sistemas autónomos.
Los especialistas coinciden en que la adopción será gradual. En el corto plazo, los usos más extendidos estarán en rutas cortas, puertos e interiores navegables, mientras que la navegación transoceánica totalmente autónoma podría tardar más tiempo en concretarse.
Por MundoMaritimo