Por: Ricardo Alonso – Hace rato que escuchamos que el *trabajo dignifica* y se repite constantemente, cuando la verdad es que lo que dignifica es el *salario* .No se dignifica a una persona trabajando 12 o 14 horas diarias por un salario de miseria.

Tanto que le gusta, a un sector de los argentinos, el vivir el sueño norteamericano, habría que recordarles que la jornada de 8 horas, se llevó la vida de muchos trabajadores que peleaban por ese derecho. Eso no sucedió en China, Cuba ni en Venezuela, sucedió en EE.UU. por eso el 1 de mayo se recuerda el dia del trabajador en reconocimiento a los *«mártires de Chicago«*.
En el 2025 deberíamos estar discutiendo la actualización del tele trabajo que a pesar de tener un ley promulgada hace 4 o 5 años ya quedó vieja, como incorporamos las nuevas tecnologías y la robótica al mundo laboral o como nos adecuamos a la inteligencia artificial que avanza, ya no por años, sino por horas.
Tanto que hablamos durante años sobre la «Globalizaciòn«, resulta que el mundo está discutiendo la jornada de 6 horas o la semana laboral de 4 días, como una forma de distribuir más y mejor el empleo.
No se discute el ajuste salarial por *productividad*, mucho menos en actividades no industriales, y se piensa en extender los.periodos vacacionales como mecanismos para generar empleo.
Es claro que vamos a contramano y no hay nada nuevo en la propuesta del gobierno, por el contrario, nos quieren hacer retroceder 100 años en materia de derechos laborales.
Una reciente encuesta dice que los jóvenes entre 17 y 22 se identifican con ideas libertarias en un 77 %, y debemos poner el punto en ese lugar y asumir la responsabilidad de no haber sabido o podido transferir las experiencias vividas.
Estos jòvenes en la década del 90, cuando estas ideas estaban siendo ejecutadas por Menem-Cavallo y derivaban en la crisis social y económica del 2001, no habían nacido, y de ahí la responsabilidad de quienes sí la sufrimos, en haber explicado a que destino nos conduce este camino.
No podemos aceptarlo sumisamente como *UN CAMBIO DE EPOCA*, porque no lo és. Se trata de la misma fórmula – edulcorada – por el gobierno de Mauricio Macri, y – potenciada – por el gobierno de Javier Milei. No hay nada nuevo, hay *UN RETROCESO DE EPOCA*.
Con un Radicalismo diezmado y desaparecido, un Peronismo que se ahoga en su propio vómito, una izquierda que no despega y festeja estar a 30 puntos de distancia de cualquier posibilidad de éxito electoral, y con la mayoría de los gobernadores desnudando su propia miseria, nos obliga a reconocer que *ALGO SE ESTA HACIENDO MAL* y debemos pagar las consecuencias.
Los intelectuales se esmeran en buscar una explicación sin lógica, la política se desprestigia cada día más, los otrora dirigentes o conductores de masas, navegan en la incertidumbre y el miedo a la falta de conducciòn, algunos deciden asegurar su futuro con cargos y esperar que los melones se acomoden solos con el andar del carro. En ese escenario triunfa lo desconocido como una apuesta a algo distinto. Algo distinto que termina siendo lo más viejo y rancio de nuestra historia, disfrazado de influencer.
Los chicos que trabajan con su bicicleta o su moto valoran la libertad que le permite la actividad (trabajo cuando quiero, soy mi propio patrón), así se lo vendieron los grandes medios y operadores mediáticos. ¿Que libertad existe si el dueño de tu vida es el que te provee una caja roja, que cargas en tu espalda (tipo mochila) o en el portaequipaje de su bici?. ¿Que pasa cuando se te rompa la bici, la moto, te roben la caja o te enfermes?
¿Que libertad existe en el chofer de una de aplicación que tiene que trabajar 12 o más horas para llevar un jornal digno a su casa? Y lo mismo ¿que pasa cuando se te rompa el auto, la moto, tengas que cambiar el coche o te enfermes?.
Con el mismo discurso de hoy, vendieron la creación de las cooperativas de trabajo en la década del 90, como medio para desprenderse de la relación laboral y de la responsabilidad solidaria de quien provee el trabajo. Costó 30 años poder regularizar la actividad de las cooperativas (y todavía falta).
Nos están ganando la batalla cultural y me resisto a aceptarlo y entregarme mansamente a aceptar los cambios que nos quieren hacer creer, son *REFORMAS*.
Todavía guardo la esperanza de que salga la rebeldía interior de ese argentino chúcaro que respeta y se hace respetar. Guardo la esperanza que los legisladores actuales y los que vendrán a partir del 10 de diciembre, respeten el mandato popular, y no se aten termos en la cabeza para parecer modernos, simpáticos y graciosos.
Me resisto a creer que todo está perdido y que nos debemos acostumbrar a ser solo unos GAUCHOS MANSOS.

Ricardo Alonso