Rompehielos o Buque Polar

Gestiones como las de Menem y Macri hicieron estallar el poderío constructivo de nuestros astilleros, en los que se hacían barcos complejos, locomotoras, componentes gigantescos de centrales nucleares y turbinas hidráulicas.

Con U$S 220 millones y 5 o 6 años de trabajo en el astillero Tandanor, de Costanera Norte (CABA), el Ministerio de Defensa (MinDef) va por la construcción de un buque polar antártico diseñado por la finlandesa Aker Arctic Technologies, de Helsinki. En rompehielos y barcos polares (que no son lo mismo), los finlandeses tienen su fama: el 85% de todo lo que navega en aguas antárticas fue construido ahí.

La embarcación complementará las campañas de abastecimiento a las bases antárticas que lleva adelante el rompehielos ARA Irízar, pero el objetivo de fondo es tener al menos dos naves medio científicas y medio militares yendo y viniendo desde el centro logístico de Ushuaia a las bases antárticas argentinas.

Desde 1989, cuando se hizo percha contra una roca en la boba tarea de llevar turistas el ARA Bahía Paraíso, que estamos sin un barco polar. Y los barcos polares sirven para otras cosas.

La reconstrucción de un barco polar implica cambios geopolíticos, de capacidad industrial y recuperación de divisas.

El proyecto está en etapa de construcción en el astillero Tandanor. La nave podrá transportar 190 personas, 105 de ellos de dotación fija, 25 para el Grupo Aéreo –son dos helicópteros grandes- y 60 para científicos y técnicos de recambio en las bases antárticas.

Rompehielos y barcos polares son cosas distintas. Un buque polar debe poder cortar uno o dos metros de hielo flotante o de banquisa “de pasada”, avanzando a paso de hombre (6 km/hora) o aún más lentamente. Un barco polar es básicamente un cuchillo. Un rompehielos es más bien un hacha o un martillo pilón. Rompe hielo mucho más grueso “por acometida”: retrocede, toma carrera, embiste la placa de hielo a quebrar, se monta sobre la misma, casi saliéndose del agua a puro motor y gracias a su proa de forma acucharada.

Lo que sucede luego es que el peso del castillo de proa, deliberadamente alto, rompe el hielo en vertical, un poco por aplastamiento y otro por corte, ayudado por el filo casi inesperado de la quilla que se esconde bajo la proa aparentemente redondeada. Toda la operación de acometida es un despliegue colosal de fuerza. Necesitas tremendos motores para ello.

Luego de acometer, la nave retrocede con sus hélices de proa, protegidas dentro de túneles, toma suficiente distancia como para agarrar envión, deriva la potencia motriz nuevamente a las hélices traseras y se lanza a otra acometida. Repítase N veces y se entiende cómo el Irízar, por ahora el rompehielos más poderoso en el Hemisferio Sur, puede irse abriendo una calle propia a través de hielo de seis metros de espesor. Tal cual, seis metros.

Ninguno de los rompehielos rusos (de propulsión nuclear), o canadienses y estadounidenses con motorización diésel-electrica, logran lo que el Irízar: fueron diseñados para el hielo flotante del Polo Norte, que rara vez alcanza el grosor del de la banquisa antártica. Y en la Antártida, aunque hoy pintan rompehielos más modernos que el nuestro, no hay otra bestia equivalente al Irízar por potencia y capacidad de corte.

Fuente: diadelsur.com